El macho, ahora ya no tan hispano, sigue teniendo verdaderos problemas para aceptar la igualdad entre hombres y mujeres y hace, eso sí de manera excepcional, de las suyas pero, gracias a que la sociedad avanza, ya no puede hacerlo amparado en la pseudo comprensión solidaria de otros especímenes de su género como antaño.
Avanzamos, poco a poco, en nuestra lucha por erradicar esta lacra social y, como si de vulgares terroristas se tratara, vamos consiguiendo estrechar el cerco a estos impresentables haciéndoles abandonar sus madrigueras y sus crueles hábitos si quieren formar parte de nuestra sociedad.
Son impresentables porque, amparados en vete tú a saber qué reglas morales o concepciones culturales, actúan con premeditación y alevosía al amparo de unas reglas que ellos mismos, en su inconsciente, elaboran a su medida de manera que, en vez de aceptar lo que son: personas muy violentas y en muchos casos, con tendencias asesinas, prefieren presentarse como salvadores del mal entendido “orgullo masculino” que, no nos olvidemos, hasta hace poco era considerado poco más que orgullo patrio.
Me sorprendo cuando, a veces, escucho a algunas y algunos expertos presentándolos, en muchas ocasiones, como enfermos que han actuado de manera irracional en nombre del amor que sentían por sus víctimas. Eso se llaman atenuantes y deben aplicarse cuando las situaciones son excepcionales o puntuales (nadie estamos libres, en un momento puntual, de perder el juicio o de vernos envueltos en situaciones no deseadas) pero no cuando se es reincidente y se actúa de una manera canalla, estudiada y a sabiendas de que eso será un punto a favor a la hora de ser juzgado por un acto deleznable.
Las mujeres ya no son sumisas y resignadas, son ciudadanas de facto y por lo tanto son conscientes del, todavía insuficiente, amparo legislativo y ya se atreven a denunciar, aunque a muchas les haya servido de poco, a esos energúmenos que se piensan que todo el monte es orégano y que son incapaces de comprender el significado de la palabra NO.
Otro aspecto que pone de manifiesto que las cosas no van bien se refleja, dentro de las sociedades “civilizadas”, en la cuestión económica. Sigue sin ser real, fuera del campo funcionarial y poco más, la regla de “ igual trabajo igual salario”. En pleno siglo XXI y en una sociedad como la nuestra todavía es noticia el agravio comparativo, a nivel de salario, en igualdad de condiciones laborales entre hombres y mujeres. Las mujeres siguen cobrando menos que los hombres. Por si fuera poco, la crisis económica comienza a ser la disculpa perfecta por parte de sectores recalcitrantes, ansiosos por volver a ver a la mujer “en casa y con la pata quebrada”, para insinuar que la incorporación de la mujer en el mundo laboral incrementa y dificulta el acceso al mercado laboral por parte de los hombres. Debemos tener mucho cuidado con este tipo de argumentaciones, tan zafias como peligrosas, porque plantean un discurso cuyo objetivo es trasladarnos a la España profunda y cavernícola en la que algunas y algunos viven.
¡¡Felicidades, MUJERES!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario